Salimos de Moscu a las dos de la tarde. Íbamos cuatro personas en un autobús de cincuenta plazas.
Era un autobús charter de color blanco-rubinado, con un chófer joven, quizás muy joven para tener el carnet de autobús o experiencia con ellos.
Iba vestido con una camisa blanca de manga larga remangada, abiertos casi todos los botones, con una medalla de oro colgando de el cuello. Unos pantalones negros de pitillo ajustados, calcetines blancos y zapatos negros, todo coronando la cabeza unas gruesas gafas de sol con las letras DG. Todo un dandi.
Esta nervioso por salir, parece que le han dejado un juguete. Esta contento y sonriente.
La salida fue fallida. El conductor esperaba a mas gente, solo eramos cuatro, nosotros tres y la Señora Emilia, de Lisboa.
Viajaba sola ya que antes de emprender viaje, el que tenia que ser su acompañante, su hija, había tenido un percance, suspendiendo para el viaje. Antes de perder lo todo había marchado sola.
A la media hora de espera y viendo que no venia nadie mas el conductor y sin teléfono móvil para contactar con su empresa por si venia mas gente o no, la descoordinación de subcontratados del subcontratado es bestial, al final del viaje también tuvimos problemas con el subcontratado del subcontratado del taxi.
Al fin, emprendimos viaje, atravesando las concurridas calles del centro de Moscu, hasta llegar a las coronas periféricas repletas de bloques de pisos grises, apilados tristes.
Al fin cogemos la carretera M-7 es de dos carriles de ida y dos de vuelta. Una de las principales vías de la república. Una autovía.
Hemos llegado a la época de las autovías El firme deja mucho que desear, hay socabones por todo lado, las áreas de descanso son barrizales con charcos de medio metro de barro, sin ningún servicio ni edificio al pie de carretera con un pequeño bosquecillo para hacer las necesidades. Poniéndote de barro los zapatos. En estas áreas también esta el trapicheo de prostitutas, con furgonetas subastándose para los clubes poniéndose en fila para la inspección.
Aparcando e ir a las necesidades.
Literas añadidas
El asfalto de los aparcamientos, el bosque-WC.
Llevamos hechos unos ciento cincuenta kilómetros, el chófer tiene un ojo en esquivar los agujeros del asfalto y el otro en un vídeo portátil, donde pasa una película de superheroes. Lo llevaba en un soporte, pero en un bache se ha descerrajado.
Parece un GPS, pero no es es un vídeo.
Yo voy sentado detrás de el, a ratos y puedo ir siguiendo la película, el problema es que se mueve mucho ya que la sostiene con la mano que le sobra del volante, como metamos la rueda en algún agujero, tendrá que tirar el aparato para controlar el bus.
Es Domingo y hay poco transito de camiones, no podre tirar muchas fotos, lo que mas me interesa en la carretera.
Atravesamos el rio Volga. Impresionante.
Nuria ha hecho amistad con la señora Emilia y van chapurreando español-portugués de sus cosas, Cristina duerme, pegando saltos.
Llegamos a Vladimir y nos encontramos con la carretera cortada.
son fiestas y solo hay un carril alternativo de circulación hace rato que vamos por una carretera de doble sentido. Yo creo que no nos teníamos que desviar de la general, pero hay que confiar en nuestro guía conductor, que ahora lleva cascos y va contento cantando.
La TV informando de las fiestas de Vladimir.
Detalles del sistema de nivelado.
. Un gato por el lado izquierdo, una tabla debajo la rueda derecha
A mi no me cuadra que corten una general, pero no hace tantos años en la Nacional II y principalmente atravesando la región de Aragon, teníamos pueblos que los domingos por la tarde y por las fiestas locales, un fin de semana en cada pueblo, la nacional II era autentica pistas de baile, ejemplos de Alhama de Aragon, La Almunia de Doña Godina, El Terrer, Calatayud, y muchos mas. Lugar de paseo durante el año de los domingos por la tarde. Los que haciamos la ruta de Madrid con descarga los lunes lo sabiamos bien, aunque alguna vez nos habiamos sumado a la fiesta y tener que tirar toda la noche y encima llegar tarde a Madrid.
Efectivamente, en algún sitio nos habíamos perdido. El conductor para el autobús en una cuneta dejándonos extrañados, baja a hablar con un hombre sentado en una silla con un gran sombrero negro de ala caída a la puerta de una casa, de las de adobe. Tierra y paja.
No entendemos nada. No ha parado para nuestras necesidades y ahora para. Le pregunto como puedo, a ver que pasa. Me da entender que tranquilo, tranquilo. Sube al autobús y emprendemos la marcha, la carretera cada vez es mas estrecha, no se ven vehículos, sino animales al paso y carros, muchos carros con alfalfa o algo parecido, es de color verde.
Atravesamos una aldea con casas de planta, rodeadas de un pequeño" jardin" y separadas por el camino por el riachuelo de los desagües Nos hemos parado a la altura de una de ellas, estas casas son de antes de los bolcheviques, es una sola sala y al fondo se ven como troncos formando literas, muchas sillas y una gran mesa, por un lado hay la puerta de entrada salvando cuatro o cinco escalones,
dos paredes ciegas y la cuarta con dos ventanucos por donde miro, pintados de verde sobre la madera astillada por la meteorología.
El autobús no pasa por las calles, tenemos que volver atrás, el conductor-guía-sabio, vuelve a preguntar. Ya casi es de noche.
Salimos del pueblo y parece que hemos encontrado una carretera como dios manda, esta mas o menos asfaltada, estamos bajando una gran pendiente, al fondo se ve la subida es un tobogán pero al fondo se divisa algo, estamos rodeados de pared de tierra- argila devastada y coronada por inmensos abetos, todo muy húmedo. Por allí no circula nadie vamos solos completamente.
Efectivamente, cuando llegamos al fondo lo que se veía de lejos, es una excavadora volcada, tumbada literalmente encima la via, solo hay un pequeño paso por el lado derecho en la pared terrosa y plagada de raíces. El autobús no pasa. El sol acaba de desaparecer al final de la cuesta, estamos acojonados. El chaval se la juega tenemos que pasar sobre el barro de la cuneta, húmedo esperando no resbale y rozando todo el lateral blanco-rubinado por la pared terrosa. La verdad el autobús ya no es blanco del lado derecho. es marrón. El conductor ya esta muy nervioso.
El autobús sube la cuesta, nosotros nos miramos, no hace falta que hablemos, con la mirada nos entendemos. Como puede ir un autobús con un principiante y sin un triste mapa, para saber donde estamos. La noche ya es cerrada, son las ocho de la tarde. Llevamos seis horas dentro de la lata blanca-marrón.
El prospecto decía que el viaje tenia una duración de cinco horas, desde luego una exageración por 200 kilómetros.
Llegamos a otra aldea, todas son iguales con las mismas construcciones, los mismo canales de desagüe y las hierbas en las entradas de las viviendas. El conductor vuelve a parar, salta por la puertecita de el lado del conductor, ya no abre la puerta lateral. DEbe tener miedo que nos escapemos. Estamos secuestrados. Habla con un hombre tocado con un gran sombrero negro que le da indicaciones con los brazo, el conductor asiente a las explicaciones y vuelve al autobús, con maña y un poco de malabarismo se enfila por la portezuela y se dirige a nosotros en ruso, no entendemos nada. Dentro el autobús no hay luces, no nos vemos las caras. Entendemos que quiere expresar que ahora si, ya ha encontrado el camino a la LUZ.
Seguimos por carreteras estrechas y mojadas, ya no hay ni carros ni animales, aun paramos a otra aldea a preguntar, en un cruce encontramos un carro y desde el pescante el agricultor nos indica el camino.Son las diez de la noche, llevamos un montón de horas perdidos en medio de bosques y llanuras.
Al fin llegamos a SUZDAL, ahora faltara encontrar el Hotel, el conductor se baja como cuatro veces aun preguntando.
La luna esta escondida detrás de una niebla, parece la novela de Stocker llegando al castillo de Bran en los Carpatos, y el conde Dracula nos abre la puerta. Cosa que no sucede ya que las instalaciones, edificio casona y jardines están sumidos en la mas completa oscuridad, no se ve a nadie.
El autobús esta parado delante una gran verja cerrada que da la vuelta al edificio en medio de hierbas, arboles, maleza y plantas.
Esta todo muy húmedo. Ya nos vemos durmiendo dentro el destartalado y sin luces autobús, sin comida sin agua y sin saber si de verdad es el pueblo y hotel al que íbamos. No hay ningún letrero.
Me bajo del autobús con el conductor, pidiéndole explicaciones. Me las da en ruso, puta madre, pero paciencia. A lo lejos aparece un hombre con una raída Parka, hace mucho frío. Habla con el conductor. Me hace la señal que espere. Lo que faltaba. Se van los dos, los minutos se hacen larguísimos las mujeres han sacado ropa de abrigo de las maletas. Hace mucho frio.
Al momento se abren unos focos encima la puerta principal del edificio a unos cincuenta metros de la reja de entrada donde estamos nosotros. Asoma el conductor y otra persona que. Se dirigen al portón principal, abriendolo. El conductor nos indica que cojamos el equipaje y entremos. El cierra el autobús y también viene con un ligero equipaje.
Una guía local con cara de sueño y hablando ingles nos recibe. Ya no nos esperaban. Es su comentario.
Creían, aunque tenían las reservas, que ya no nos presentaríamos, que se habría anulado el viaje. El teléfono? ¿para que?, el conductor no lleva móvil ni mapa, ni impensable un GPS.
Entramos en un salón recepción inmenso a oscuras, solo una pequeña lucecita encima la recepción al fondo nos ilumina los paso.
Aparece una matrona con un delantal blanco y lleno de puntas que nos acompaña a una pequeña estancia al lado de lo que debe ser la cocina, como el comedor del personal, nos hace sentar. De otra puerta, aparecen cuatro personajes ataviados con vestidos de época y unos extraños instrumentos. LLevan las caras llenas de sueño. Que los han sacado de la cama. Es el comité de bienvenida. Se ve que obligado. Cantan cuatro cosas y al llegar la comida se van. Unos platos fríos de fiambre, salmón y ensalada un vaso de agua y a la cama. Habitaciones inmensas de la época comunista cuando llevaban a la juventudes a centros didáctico y culturales alojan-dolos en estas habitaciones llenas de armarios y en su época repletas de literas. Que fría, que triste, que miedo.
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